Cuna de civilizaciones y parte de la antigua Mesopotamia. A lo largo de los años ha sido punto de paso comercial, lo que la ha dotado con una excepcional riqueza arqueológica y monumental que testimonia el paso de 6000 años de historia. Desde el desierto hasta el mítico mar Mediterráneo, griegos, persas, hititas, romanos, arameos, bizantinos y árabes, han dejado su huella.
Damasco tiene el orgullo de ser la ciudad más antigua del mundo aún habitada. La ciudad vieja, discurre alrededor de la Gran Mezquita Omeya, laberinto de estrechos pasajes y callejones por los que vale la pena perderse.
Aleppo la blanca - construida con mármol -, es una ciudad cristiana con más de 300 mezquitas. Su zoco sigue conservando el sabor original de Oriente Próximo.
A 40 km de Aleppo se encuentra el conjunto bizantino de la Iglesia de San Simeón el Estilita, anacoreta que permaneció durante 36 años encima de una columna, para estar más cerca del cielo y encontrar su paz interior.
Encajonado en un valle entre acantilados, las casas de Malula se descuelgan de tal forma que las azoteas de unas sirven de paso para las de más arriba. Toda la ciudad es irreal, igual que el idioma que siguen hablando: el arameo. La monumental ciudad de Palmyra es un oasis inmenso de palmeras y olivos. En las orillas del río Orontes está Hamma, abarrotada de árboles, jardines y norias de agua, que mueven el agua del río, provocando un perpetuo sonido. Cuenta la leyenda que, al llegar el profeta Mahoma a las puertas de la ciudad, no quiso entrar en ella, pues no quería ver el paraíso antes de morir. Y debe serlo, pues en ella siguen conviviendo en armonía los habitantes del barrio árabe, cristiano y judío.
Además de las prósperas y modernas ciudades a la orilla del Mediterráneo, el viajero puede visitar otras antiguas ciudades como Mari al borde del mítico Éufrates, del III milenio a.C., Ebla, del 2500 a.C., Ugarit, dónde nació el primer alfabeto o Apamea, dotada de una verde campiña dónde se producen excelentes vinos sirios.
No te puedes perder
Sentarte en una taberna a tomar un té, un café o a fumar un narguile de tabaco aromático y jugar una partida de dominó. Deambular por los abarrotados mercadillos de telas, sedas, especias, cestas y brillantes metales. Visitar el Crac des Chevaliers, fortaleza templaria del siglo XII en buen estado de conservación, ubicada estratégicamente en lo alto de una colina entre las cordilleras que separan Turquía y el Líbano, y dónde se alojó Ricardo Corazón de León en la época de las Cruzadas.